La memoria. Esa red de nieve y tiempo. Huesos y botas. Fosas y barro. Nada se olvida, solo se esconde. Los recuerdos habitan en la remota línea de fuego esperando a que llegue el incendio.
Yo no sé donde conducen los caminos del pueblo español, ni si al final hay una estrella, sólo sé que hay una mazmorra donde la gente olvida. El silencio es más peligroso que un obús. Callar es el mecanismo del olvido. La patología del fascismo. La oreja con pus. La mentira que se vende por fascículos. ¿Recuerdas cómo fue que empezó todo?¿Recuerdas cómo ardía Madrid por los cuatro costados?.Testigos de carne y hueso viven en el olvidadero de España. Hacemos públicas sus voces en la Exposición “No pasarán. 16 días. Madrid 1936”, en la Sala de Bóvedas de la Plaza Mayor de Madrid. Se puede visitar a partir del 3 de abril de 2018.Una exposición comisariada por Tània Balló, escritora, productora y codirectora de Las Sinsombrero, y Gonzalo Berger, historiador especializado en la Guerra Civil y las milicias antifascistas. Una muestra que recopila fotografías, carteles, películas, manuscritos y también documentos inéditos.
Me siento muy afortunada como psicóloga de haber podido aportar el arte de la escucha en el ítem expositivo “La Memoria. Retratos que respiran”, la instalación de videoarte de Pedro Sara que forma parte de la muestra.
Concretamente mi trabajo en la exposición ha sido realizar un repertorio de entrevistas a hombres y mujeres de entre noventa y cien años en Madrid. Personas anónimas, testigos directos que son capaces de recordar y contar lo que les ocurrió desde la retaguardia y desde el frente en la guerra civil española. Recuerdos a dos bandos que luchan a contra reloj. Entrevistas alejadas de la mirada periodística que tratan de acercarse al terreno mestizo de la investigación emocional.
Capturar imágenes que siguen almacenadas en la memoria de aquellos días en que Madrid fue asediada por las tropas sublevadas de Francisco Franco, el dictador, el Generalísimo, Juez supremo, alias el «Caudillo de España por la gracia de Dios».
Los últimos testigos que vivieron la Defensa de Madrid en el mes de noviembre de 1936. Los hemos filmado y entrevistado a lo largo del 2017 y 2018.Entrevistas donde recupero experiencias personales. Mapas de viaje destrozados.Un tachón. El sitio entre los blancos paredones. Recuerdos, anécdotas, estribillos y rimas que dan voz a los Retratos que Respiran del artista Pedro Sara. Los testimonios orales van acompañados de las guitarras del músico Raül Refree que colabora con sus Ramírez y Telecaster. Todo un privilegio.El audio golpea con la culata a la memoria colectiva. Sonidos que atraviesan la frontera del olvido. Como si vinieran de otro tiempo, de un tiempo robado.
También hay canciones interpretadas por los propios protagonistas, porque los personajes están vivos, ofrecen su voz, cantan y comparten su vida con los espectadores.
Basta una canción o la textura agria de una voz para dibujar la huella de la memoria.Un relato hondo y conmovedor que nos facilita reconstruir el pasado y sus relaciones con el presente y el futuro.Hemos seleccionado seis testimonios contemporáneos de una producción total de catorce. 25 minutos de entre más de 30 horas de cinta. Narrativas que ayudan a curar las heridas. Memorias impresas en las arrugas de los rostros.
Recuperar la memoria emocional y con ella el fuego. Recuerdos intactos, evocados de forma súbita y atrapados por sorpresa entre las filas del discurso construído.A través de estas historias de vida, en los Madriles se entrecruzan la clase trabajadora, el mundo rural, las brigadas internacionales y la clase acomodada:
un joven de quince años afiliado a las juventudes libertarias se escapa de su casa para alistarse a las milicias confederales. Lucha en la batalla del Jarama, Guadalajara, Brunete, en el Ebro, en Tarragona, siempre con una ametralladora maxim. Cruza los pirineos, para acabar en un campo de concentración y colaborar posteriormente en la resistencia antinazi durante la segunda guerra mundial; una niña de trece años queda huérfana durante la contienda. Su madre muere de hambre en el año 1938 y su padre, represaliado político, es encarcelado por los vencedores hasta su muerte; la chica que es sorprendida por el impacto de un obús que queda inactivo en la fachada de su casa en Carretas, en aquel agujero, anidó más tarde una paloma; la jóven que vió partir a la Chicharra y a la Morenita vestidas de milicianas con sus fusiles; aquel joven anestesista que atiende a los heridos entre las trincheras; el niño de diez años que es tiroteado cuando iba al campo a sembrar para comer… relatos que componen una historia colectiva.
Unos dicen “no recuerdes, lo pasado pasado está”, que “no es bueno abrir heridas”. En mi opinión esto sólo nos conduce al pantano del hedor eterno. Constituye una estrategia de desactivación política. Un país que apestará para el resto de los días si no abrimos un espacio que haga justicia a la memoria histórica.
Prescribir el olvido como receta para terminar con el dolor sólo sirve para criminalizar a los inocentes. En España la guerra civil y la amnesia copulan incesantemente. Huesos y botas.Botas y huesos. El presente es gaseoso. Semisucio. El camino de baldosas naranjas y azules quieren que olvidemos en el menor tiempo posible.
Desde el punto de vista psicológico, sabemos que no puede haber elaboración de lo vivido ni duelo reparador, hasta que no se reconozca lo perdido y se hable de lo ocurrido.
Hay que dar la mano al que sufre, escuchar y acompañar tantas veces como sea necesario. Delitos de tortura, desapariciones, ejecuciones. Testigos de la masacre. Se merecen respeto y justicia.Supervivientes de aquel tiempo, nuestro tiempo.Os dejo algún artículo en prensa sobre la exposición
https://elpais.com/ccaa/2018/04/03/madrid/1522759632_136815.html