Psicoterapia

El Duelo de Dolores.

7 agosto, 2017

Hoy toca acurrucarse  al relente para hablar de Dolores, Lolita, Lola, tres  primas hermanas parecidas, pero con diferente carnadura:  Depresión, Melancolía y  Tristeza.

Os dejo una foto sosteniendo la pelvis de una vaca, un  poema,  y  algunas reflexiones sobre la pérdida y los procesos de duelo.

 

LA QUERIDA.

Me acurrucaba
como la pluma de un pájaro
iba a decir del tintero,
y sólo digo
que me acurrucaba como el pájaro

pluma

me acurrucaba.

Como un beso en la sombra
iba a decir en tu boca
y sólo digo en la boca,
en la boca de algún cielo,
y sólo digo que me acurrucaba
como la sombra del beso,

pájaro preso

en la boca.

Me acurrucaba,
como la muerte entre el tumulto,
en las celdas,

las ideas,
diablos negros, santitos verdes,
en aquel pasillo del túnel,

donde aún te abrazo.

Te esperaba,
y sólo digo que me acurrucaba
y sigilosamente te esperaba,
desde el otro lado de la ventana,
con ojos de animal antiguo.

Te esperaba,
amor,
entre un mar infinito de caras sin orillas.
Te esperaba,
rey brillante, sol gitano,
y sólo digo
que te espero,
en medio de todo este disparate,
te espero,
como el corazón que no conoce
el hueso y la máscara del rostro.

Te esperaba,
y sólo digo
inesperadamente
Te deseo.
Contra cualquier pronóstico,
te deseo,
en la estación de los caballos locos.

Te deseo
y sólo digo
amor,
cruces en la arena
amor,
pases del destino.

Un beso, sólo un beso,
como la postal del atardecer en las barcas
que te envié enamorada del sur.
sólo un beso,
con la violencia silenciosa del Vesubio,
con la espalda desnuda,
con las manos taponando la cornada de tu pecho.
Un beso,
blanco y rojo.

Un beso, sólo un beso,
amor,
luz temblorosa que alumbra nuestro vagón,
amor,
flecos de la luna.

Violeta Pagán.

Una caja de SERTRALINA 50 mg. en el mueble de la cocina, media pastilla los primeros siete días, para pasar a una entera el resto del tratamiento.
Me la cuelo debajo de la lengua, para los malos pensamientos. Al lado, la munición, Lorazepán de 1gr, un café y una cuchara para removerlo todo con algo dulce.Muerdo la magdalena con el papel puesto, el primer bocado, el mejor.

Ahora que vamos despacio, digo yo, que la magdalena del Proust, o como se escriba el  sonido del pedo en gabacho, la Magdalena, que no se había perdido, no. La Magdalena, la llorona, la tenía la Repompa de Málaga en un tazón mojado de soleá por bulerías, y ahora, la Magdalena la tenía yo, eso sí, sin compás y con la lengua pastosa.
La próxima visita al psiquiatra en un mes.
No se cuanto tiempo dura esto pero empieza a ser insoportable.
En la mesilla de noche, agua del Ayun, un cactus vivo o muerto, las pulseras y más cartuchos.
Abro la boca como para pedir un beso, me baleo media por la mañana y media por la noche. Doy mil vueltas en la cama, araño el techo con los mismos ojos, a las cuatro esquinitas, en los mismos días, a las mismas musarañas.

El Duelo de Dolores. Depresión, Melancolía y Tristeza se suben al tío vivo de la vida. Todas son primas hermanas pero con diferente carnadura. Dolores, Lolita, Lola: Depresión, Melancolía y Tristeza.
La depresión, tiene un tajo en la garganta, es silenciosa, casi muda. La melancolía, baila el Pequeño Vals Vienés con el amante del ayer, y la tristeza, negra, con pellizco y sensual.

La tristeza es un estado del alma, una emoción vieja y conocida como la verdadera artesana del conocimiento.Es el resultado de la conciencia que toda persona tiene de su muerte.Todo empieza y acaba.

El sinónimo de depresión no es tristeza, sino, falta de vitalidad , un vacío en la energía, es como un apagón en el sistema que se instala en nuestra vida.

La depresión, está catalogada en el DSM, la biblia del diagnóstico, como un Trastorno del estado de ánimo. El manual, las clasifica como depresión mayor, distimia, depresión maniaca, depresión psicótica, depresión posparto entre otras. En todas hay una pérdida de interés o placer, y al menos otros cuatro síntomas que reflejan un cambio en el funcionamiento, tales como problemas de sueño, alimentación, energía, concentración y la propia imagen.

Desde la clínica psicoanalítica, todas las formas de depresión, según Hugo Bleichmar, obeceden al hecho de que “ algo deseado se ha perdido, y que su recuperabilidad, es representada como inalcanzable”.
En la depresión, a diferencia del duelo, la persona deprimida, se queda además fijada a la implícita ilusión perdida, no aceptando que lo que transcurre se haga pasado.
El dolor es nuestra reacción a la pérdida, perdemos ese objeto de deseo, nuestro motor psíquico. El Duelo es cómo procesamos ese dolor, el duelo no es el dolor en sí mismo.
Darian Leader, psicoanalista lacaniano, nos cuenta que la función del duelo es “separar los recuerdos y las esperanzas de los supervivientes”. El duelo es un proceso de “remodelación y de reacomodo”.

En lugar de considerar la depresión como una categoría clínica estática, Bleichmar la considera como la consecuencia de interacciones complejas de sucesos externos e internos: sucesos internos que implican la líbido y la agresión, preocupaciones narcisistas e inquietudes por el bienestar de un otro significativo, la cualidad de las relaciones de apego y del sentimiento del self, y las experiencias vitales significativas codificadas simbólicamente y actuadas.

 La depresión a diferencia del duelo, es un modo de renuncia frente al deseo y un no querer hacerse cargo del conflicto que implica. Lacan supone que se trata de una cierta «cobardía moral» que se expresa en la falta de entereza del sujeto para enfrentar la vida.
El sentimiento de culpabilidad que afecta con frecuencia a la persona deprimida le lleva en ocasiones a buscar procurarse un castigo por una falta que desconoce. Esta culpa no siempre se refiere al daño cometido a otros; muchas veces estamos en falta con nosotros mismos, nos traicionamos cuando traicionamos el deseo que nos habita.

Perder duele, perder a alguien, perder a una parte de nosotros mismos, perder un deseo, pérdidas que en definitiva ocupan un lugar central en nuestra economía psicológica. Sin embargo, sin pérdida, sin separación (de personas o ideas), no hay cambio y sin cambio, no hay crecimiento ni enriquecimiento del yo.

Las pérdidas son necesarias.

Si bien es cierto que toda persona se encuentra en cierta medida dividida respecto a su deseo, el ser incapaz de reconocerlo de manera directa o el no poder apropiarse de él tiene un efecto en nuestra salud mental.

«La palabra, ese torpe y rígido símbolo», decía Borges, cuando una persona llega a consulta lo más habitual es que todo empiece con un difuso “no sé, estoy mal”

La relación del ser hablante con su deseo es siempre conflictiva.

El deseo del deprimido es indecible por la persona, es un secreto que ignora, no sabe ni quién, ni dónde, ni cómo empezó todo aquello, no lo puede explicar con palabras. En cambio, en el caso de la melancolía, el deseo sí pude ser nombrado o dicho.

Cuando el melancólico echa algo de menos es porque le falta y si le falta es porque estaba dentro de él o aún lo está. Posiblemente cuando descubre que el encuentro es imposible, se lanza… a buscarlo. El suicidio es un acto, pero no todo acto suicida surge de un sujeto con clínica depresiva.

En cuadros depresivos o melancólicos los pensamientos recurrentes de muerte y suicidio son habituales. Suicidarse, el pasaje al acto, lejos de la idea vulgar, es una forma de liberarse del objeto.
Morir es su única posibilidad de acto libre, es su único contacto con el deseo.

La muerte a veces viene representada en su propio abandono. La vigilia es dolorosa, de ahí el recurso del dormir, ser algo desde el sueño que le acerca al goce del Otro. Dormir, ser para el otro en el sueño, despertar es la muerte. Morir, dormir como inmortalidad, como forma de restituir lo simbólico agujereado.

Malos tiempos para perder, “malos tiempos para la lírica” y sus Golpes Bajos, para los cuerpos tristes, para la melancolía. Es de mal gusto presentarse en cualquier sitio como una perdedora, así lo dicen los evangelistas de la felicidad.

La tristeza y la melancolía pierden los colores en los diagnósticos clínicos al quedar adosadas en «la Depresión», ese significante universalizado por los intereses del mercado.

Según Leader ,”Igual que la ansiedad fue la enfermedad de la posguerra y la depresión fue la de los ochenta y noventa, la época actual es la del trastorno bipolar”.
El cambio en la terminología, de “maniaco depresivo” a “bipolar”, no parece inocente.
“Ahora, el 25% de los sujetos deprimidos están siendo rediagnosticados como bipolares. Es muy curiosa la comercialización de medicamentos. El primer paso es que las farmacéuticas pagan a personajes famosos, no para promocionar un medicamento, sino solo para decir que sufren una enfermedad. Ninguna compañía farmaceútica promocionará una enfermedad sin tener un remedio en la manga para venderlo después”

La transición de la “pena privada” a la representación pública de la tristeza es muy complicada.
Vivimos en un tiempo donde la muerte –al perder marcos de simbolización– ha ido perdiendo también sentido. Y es precisamente esa idea,la necesidad de enmarcar simbólicamente una pérdida en la que entra en juego el proceso de un duelo normal o patológico.

Los psicofármacos en esta era de la “modernida líquida”, como la llamaría Bauman, son los que determinan la barrera entre la normalidad y la enfermedad

El puente lo cruzamos en menos de lo que se dice  «mierda,” eso sí, cargaditos de escitalopram y fluoxetina, despacito y en silencio.

Hablar de la depresión como paradigma psicopatológico de nuestro tiempo implica también decir de la degradación progresiva de la vida amorosa en nuestra cultura, como uno de sus significativos malestares (Marucco, 1986).

Así como la depresión es un obstáculo al deseo, paradójicamente es el deseo el mejor remedio contra la depresión.

 

 

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